lunes, 13 de octubre de 2008


La ironía como recurso argumentativo para la denuncia política en la comunidad estudiantil.


Antes que otra cosa quiero aclarar un par de cuestiones y disculparme ante cierto público que concibe al ensayo como un monumento a la autoría y al texto escrito como fuente de reflexión en términos de “citería”. Poco de ello se verá reflejado en este análisis: si así lo fuera, traicionaría mi proceso de reflexión y de lectura, pues he caído en cuenta de que nada hago sino pensar mientras leo y en este sentido no me atrevería a determinar una ubicación específica en los textos de las ideas que pretendo exponer aquí, mucho menos una selección arbitraria de citas que probablemente estaría dada por una jerarquización de carácter estético y sintáctico, que responde, en el mayor de los casos, a un ‘yo no podría decirlo mejor’. Por otra parte, el uso que hago de determinados conceptos que refieren a corrientes muy específicas, lo hago un tanto irresponsablemente; es decir, tal collage conceptual proviene de mi falta de adherencia y dominio de una corriente en particular y de mi creencia de que ciertas palabras remiten a entendidos generales que pueden, y deben, prestarse al juego del sentido, al margen de la minucia atributiva que se desarrolla en sus ámbitos correspondientes.

Ahora, en cuanto a la primera aclaración, y aquí ya damos un primer paso hacia el tema, a modo de ex ergo preciso que todo lo dicho por mi parte en este aquí y ahora parte del presupuesto de que el orden existe como relaciones históricas entre fuerzas de coerción y cohesión, de exclusión y emancipación y que nada escapa de ellas, sea como asimilación, diferenciación, o en todo caso, neutralidad o indiferencia. Y es precisamente en este orden donde el ejercicio de la ironía, cuanto más si se presenta en un ámbito como el de la denuncia política, sólo puede entenderse dentro de las relaciones históricas y fuerzas dentro de las cuales puede ejercerse y es ejercida.

Respecto al segundo ex ergo dos cosas: por una parte, que interpreto la ironía como un acto posibilitado por un lenguaje histórico, como un hecho lingüístico temporal y voluntario; y por la otra, al lenguaje como un ámbito posibilitado por el orden mismo. Así, el recurso retórico como manifestación de tal orden, su actuar, sus actores y el ámbito de acción en el y del cual participa estará a su vez determinado por mecanismos de propensión y/o fuga, de imantación o desimantación, de inclinación y repulsión, por no decir de emancipación y/o alienación. Es decir, todo hecho lingüístico se presenta, temporal y espacialmente, dentro de algún fenómeno de relación entre fuerzas y tal fenómeno, según cierta concepción tradicional de la cual ahora no me interesa mucho escapar, estará dado a su vez y desde su interior por otro movimiento cuya esencia será imposible tratar aquí, pero en cuya existencia radica este acto lingüístico que llamamos ironía, a saber: la identificación.

El carácter coercitivo o cohesionador, excluyente o emancipador de las fuerzas sociales puede entenderse sólo a partir del presupuesto de que provienen desde un ser objetivo y específico, sea como sujeto o como conjunto de ellos. Ante tal presupuesto la identificación juega un papel fundamental en el ejercicio del lenguaje, y en especial de la ironía, cuyo requerimiento particular las relaciones históricas estén dadas ya en el lenguaje como un orden. Para que exista la ironía en su sentido más simple de expresión de lo contrario, debe darse de antemano la conciencia de cierto orden semántico construido por identidades y diferencias a partir de las cuales pueda efectuarse el giro. Y este orden se encuentra dado y en constante movimiento por relaciones históricas de fuerzas que se manifiestan a modo de cohesión y repulsión, en una repartición categorial de jerarquías, sentidos, agrupaciones y exclusiones de los elementos puestos en juego.

Ahora para una concepción de la ironía como simulatio o dissimulatio, las condiciones básicas son prácticamente las mismas. Entendida la simulatio como fingimiento de coincidir con la opinión contraria y la dissimulatio como ocultación de la propia opinión, este orden debe presentarse en su misma cualidad de relaciones de cohesión y exclusión, de identidad y emancipación. Para que se de tal como un fingimiento, un consenso de la oposición existente entre “lo uno” y “lo otro” debe darse tanto por parte de quien ejerce la ironía como de quien la interpreta; lo mismo en el caso de la ocultación, pues para atinar con el disfraz es necesario el dominio de “lo otro” y de “lo uno”. Para que tal dominio sea posible debe haber ideas históricas previamente instituidas, una serie de relaciones históricas de cohesión y exclusión que, ya como acuerdo para la preservación de los altos valores, ya como una racionalidad política organizadora, se articulen como un orden cuyos signos se articulan en términos de horizontes de homogeneidades: un continuum y complejo proceso identificatorio. Un orden que lleva consigo mismo la más alta expresión de continuidad y que alberga en sí mismo incluso lo excluido como representación de aquello no funcional, discordante, irruptivo, discontinuo.

Este orden previo vendría a ser un tanto lo que ya Booth argüía al preguntarse “Qué significa es irónico y cómo lo sé” e introducir la ironía estable, la cual presenta una serie limitada de lecturas y se presenta bajo cuatro notas, a saber, como intencionada, encubierta, estable y finita. Bajo esta perspectiva, sea como simulatio o dissimulatio, se puede deducir que la interpretación romántica de una ironía como negatividad absoluta e infinita, tendiente a dislocar el sentido de lo real, queda en entre dicho. Paradójicamente, y aquí quizá pudiésemos encontrar el mise en abime de la ironía, para que tal como una ironía sea efectiva debe haber un consenso, un orden establecido que en sí mismo ya contempla la posibilidad de la dislocación y reconstrucción del sentido. Ya como proceso textual de diferenciación, como paradoja o absurdo en su capacidad de refutación de lo real, ya como proceso de identificación, como la parodia o lo grotesco, la alegoría y el humor en su capacidad de recreación y reconstrucción, la ironía trabaja a modo de entimema. Es decir, esta estabilidad y finitud de la ironía se debe a que trabaja sobre entendidos previos: así como el entimema, como silogismo truncado, puede ejercerse y ser entendido en un contexto donde se comparten esentidos; la ironía funciona solamente donde pueden omitirse ciertos sobreentendidos sobre “lo uno” y “lo otro”.

Por lo demás, “lo uno” y “lo otro”, en el caso de estas concepciones de ironía y en general del ordenamiento producido por la relación entre fuerzas, se trata no tanto de determinados extremos u opuestos fijos y ahistóricos, como de reordenamientos que en el lenguaje mismo y a través del ejercicio de sus posibilidades discursivas aparecen históricamente como puntos fijos en y entre los cuales se da un posicionamiento. Este posicionamiento, que radica en una elección de “lo uno” como apropiación y de “lo otro” como extrañamiento, en lo político se reconoce como postura y es, a grandes rasgos, el paso hacia la constitución de grupos cuyo porte característico, o punto de cohesión de identidades, se da o como ideología dominante o como conciencia de clases. Éstas como opuestas, podrían entenderse la primera como fachada y representación instituida de las relaciones históricas en pos de una homogeneidad, la segunda como conciencia de las relaciones antagónicas que posibilitan la realidad a partir de la cual puede constituirse tal fachada.

Éste es el ámbito que aquí nos interesa, por lo cual, debido a que en la bibliografía que he revisado hasta el momento respecto a ironía se reflexiona sobre todo desde el ámbito de la literatura, y sobre todo, a partir o en contra de una concepción romántica de la ironía, haré una serie de adaptaciones conceptuales. (Al respecto agradecería a los presentes si pudiesen ayudarme con las obras de Knox y Muecke al respecto de ironía de las cuales sólo pude leer citas en otros libros y que me interesaría revisar).

Mencioné unas líneas atrás que cierto orden semántico construido por identidades y diferencias debe estar ya dado para que pueda haber tal como una ironía. Así, bajo el entendido de que la relación entre quien hace la ironía y quien la recibe es política, la ironía en el texto de denuncia sólo puede darse a partir de la identificación de lo “uno” como ideología y de lo “otro” como el que practica la conciencia de clase. El texto de denuncia, y aquí entiendo por texto todo aquello que textualiza un contenido histórico, es decir lo conjunta, teje y simboliza, en buena parte nace de la necesidad de llevar a término la diferenciación entre estos “lo uno” y “lo otro” de los que he venido hablando. El panfleto, el cartel, el pronunciamiento, la convocatoria, la bandera, el “texto de denuncia” en sus distintas manifestaciones tiene como función la difusión y reiteración de los entendidos básicos respecto a quién es “el uno” cuyas prácticas reprueba y su diferenciación con las del “otro” que habla y se propone fortalecer, cualitativa y cuantitativamente, su propia identidad. En este sentido el acto de denunciar, en su cualidad de participar de la inconveniencia, irregularidad o ilegalidad de algo, aparece ligado aun a su historia como verbo, el de denuntiare, que en su acepción más general connota el acto de notificar oficialmente las intenciones por medio de un mensajero o un heraldo. Este transmitir intención de transformar el orden desde y al cual habla, deposita en el “material del texto de denuncia” tal cualidad de mensajero, de heraldo y en su lectura la de transformador. Así, mediante la denuncia como verbo las líneas de separación entre grupos de identidad se entredejan ver al ser uno de las intenciones la manifestación del “otro” que habla y a quien se dirige y “el uno” del quien habla y de quien se emancipa.

Ahora, respecto a “lo uno” y “lo otro” valga traer a la luz que ante el orden establecido por la ideología dominante éste que denuncia necesariamente, si bien el sujeto gramatical de la expresión se constituye en primera persona, tiene que postularse como “un otro". Es decir, en la mecánica de la identificación y la diferenciación el denunciante juega a la vez el papel de “otro” respecto a lo “uno” del que se emancipa o del cual ha sido excluido, y “un uno” en el cual se constituye como producto de su identificación y deslinde, de su consciencia de clase con respecto a la ideología.

En este sentido la ironía, tanto en lo estético como en lo discursivo, puede proponerse como la apropiación consciente de las formas en que la ideología dominante despliega su versión de los hechos. El denunciante cobra una tendencia hacia el eiron en pos de la veracidad. Al paralizar la diferenciación propia de la ideología, dada en términos de exclusión, al confundir el límite de las oposiciones básicas en la forma, y reiterarlas a través de una reconstrucción en términos de emancipación, lo cual provoca un rechazo inmediato respecto a la forma de representación, abre una posibilidad de transformación primera. Una paralización similar se ejerce por parte del aparato estatal y publicitario en el intento de desdibujar el discurso de subversión, dislocarlo desde sus propias formas, no mediante la parodia, el absurdo o la paradoja, sino a través del poder de homogeneización que engulle todo a su paso y lo confunde y pervierte con la ideología dominante. Podemos pensar en el caso del Che Guevara de Korda. Sin embargo, no podemos llamar a tal ejercicio ironía, o una diferenciación de carácter de conciencia de clase, pues no tiene como objetivo introducir y reiterar las oposiciones para consolidar la emancipación. La ironía así entendida está del lado de la conciencia de clases y tiene ganada de por sí una transparencia: el terreno de la diferenciación es su bandera.

Ya aquí, en el plano de lo político, lejos de hablar de lo real como campo de identificación o diferenciación, valdría más hablar de la verdad, inscrita en los mismos cuestionamientos, empero, suscrita, a las producciones discursivas históricas del caso en cuestión. En el marco de la denuncia estudiantil donde, por cuestiones históricas, la facción que denuncia se constituye, conscientemente o no, como el portador de la conciencia de clases en oposición crítica con respecto a la ideología, la ironía pretende agotar la fachada ideológica, manifestar la oposición misma a partir de la cual se posibilita en términos de emancipación. A su vez, como develadora de la oposición, tiene la función de formar comunidades críticas: pretende un movimiento identificatorio, pues en la medida en que la ironía ejercida abra sus horizontes de recepción, podrá hablarse de un número mayor de sujetos que acepten la identificación de lo “uno” a la cual se invita al momento de denunciar, y se identifiquen como lo “otro” a través de la emancipación. Así, la ironía en el texto de denuncia se erige a sí misma como generadora de conciencia y promotora de la organización estudiantil, y es en este sentido que puede interpretarse en los casos específicos: como un doble movimiento de emancipación e identificación. De este modo, para dar término a este ensayo y aplicar las ideas que he venido tejiendo en este texto, analizaré un caso particular de ironía en el marco de la denuncia estudiantil.

Recientemente, so pretexto de la reivindicación de la protesta del movimiento estudiantil del 68’, se dejó ver la reapropiación de la gráfica de tal movimiento, en particular, de aquella ingeniosa simulatio gráfica que empleó la tipografía de las olimpiadas del 68 para denunciar el marco institucional a partir del cual se justificó la represión militar. La reapropiación de esta ironía, sea mediante la sustitución del 6 por un 0 para reivindicar el movimiento y reclamar la vigencia de su protesta, o la retoma del México 68 tal cual para la memoria del proceso, manifiesta este doble movimiento de emancipación e identificación.

Un primer movimiento fue dado en el primer ejercicio de la ironía. Al tomar la tipografia de las olimpiadas y colocarlo bajo el dibujo de una tanqueta en un cartel los estudiantes de aquél entonces delataron la ideología dominante mediante una suerte de sinécdoque irónica: México 68, como parte de un todo, representaba la totalidad del gobierno de Díaz Ordaz y su compinche Echeverría, la ideología del Estado y sus relaciones históricas. Al tomar un símbolo de la institucionalidad de la cual de la cual eran excluidos y se emancipaban, y colocarlo debajo de una tanqueta, los estudiantes realizaron un movimiento identificatorio del “uno ideológico”. La represión a través de la fuerza militar y la organización de las Olimpiadas provenían de un mismo aparato y había que decirlo; había que dejarlo en claro y fue posible, gráficamente, mediante un exceso de simulación.

Este sería un primer movimiento doble: por una parte Díaz Ordaz y las olimpiadas, la milicia, la represión configurados como un “lo uno” del cual un “lo otro”, un nosotros estudiantil, se emancipa mediante la anunciación de las relaciones que lo constituyen; por la otra, ese nosotros que efectuó la ironía reiteraba su otredad identificándose consigo mismo y ampliando las posibilidades de que su discurso diferenciador fuera entendido por un mayor número de sujetos. De este modo, el movimiento estudiantil como la conciencia de clases de aquél entonces, ejercía su capacidad opositora de delator de la ideología dominante y a la vez de conformador de comunidades críticas al respecto de dicha dominancia.

Un segundo movimiento de identificación y diferenciación, de ordenamiento, está dado en los textos de denuncia y las convocatorias a la reivindicación que figuraron los pasados días en la facultad. La sustitución del 68 por un 08 en la misma topografía de las Olimpiadas identifica el grupo que se constituye como movimiento estudiantil en la actualidad con el del 68’ mediante una crítica a su vez identificatoria: lo que simbolizaba la sinécdoque México 68, ese gobierno que reprime mediante la milicia en aras de una pacificación con miras a un prestigio internacional, es el mismo México 08 de Calderón. La reapropiación de tal ironía, en el marco de un país en que poco ha cambiado el modo de la ideología dominante, así como el carácter opositor de la conciencia de clase, reconstruye el doble movimiento y a su vez fortalece el segundo. Es decir, mediante la reapropiación el movimiento identificador del denunciante consigo mismo manifiesta su efectividad: a cuarenta años del movimiento estudiantil del 68’ tal ironía gráfica se mantiene vigente, en el entendido de que dicha comunidad crítica ha logrado mantenerse a través del tiempo.

Ahora, cualitativamente, y así quisiera terminar este ensayo, con un cuestionamiento, la reapropiación de tal ironía nos advierte de un posible estancamiento en la denuncia estudiantil. En el entendido de que en el proceso de desmantelamiento de la verdad como constructo histórico, como ideología, del discurso como técnica, se conforma una comunidad crítica que a su vez reconstruye el sentido, cabría preguntarnos hasta qué punto tal ha sucedido en este caso en particular y en la política del país en general. La denuncia directa del movimiento estudiantil del 68’, como un primer recurso de psicagogía, buscó irrumpir y señalar al enemigo ideológico; esto se logró. Sin embargo, ¿acaso no podría pensarse que el lenguaje de denuncia así dispuesto en el terreno de la diferencia está destinado a ser engullido históricamente por la misma ideología a la cual delataba?

No sería descabellado imaginar que en el marco institucional de la conmemoración del movimiento del 68’ se empleara como distintivo esa misma ironía gráfica. Las formas del pasado, por más subversivas que hayan podido ser en su momento, tienden a una debilitación que las hace susceptibles de ser engullidas por la ideología dominante. A México 68 puede sucederle lo mismo que al Che; y es en este sentido que habría que preguntarnos cómo la ironía, posibilitada en su ejercicio por un orden establecido y aceptado, puede mantener ese poder transformador que la denuncia persigue en sus manifestaciones. Ante la intención homogeneizadora de lo dominante de erradicar la diferencia o excluirla, habría que plantearnos la programación de una seria resistencia de codificación que pudiese impedir el deglute de todos los discursos en pos de un orden.

Tal resistencia de codificación tiene en la ironía una primera posibilidad, sin embargo ésta debe actualizarse en su calidad de delatora, como el movimiento estudiantil en su calidad de delator consciente de clase. En la medida en que logremos nuestra posición como conciencia de clase y logremos que la ironía reverdezca, disloque y se disloque a sí misma, ponga en cuestión incluso sus propias premisas, podremos desmantelar la ideología conforme esta misma perpetúe sus modos de institucionalizarse. Asumir y reivindicar nuestra identificación con el movimiento estudiantil como conciente de clase es también nuestra tarea, y no sólo podremos lograrla mediante el uso de la ironía como recurso específico sino en el ánimo de tomar conciencia del orden que nos alberga y reiterar la oposición, nuestra propia emancipación: nuestra capacidad de simularlo para dislocar su discurso antes de qué éste disloque el nuestro.

Silvia Colmenero Morales




Beristain, Helena, Diccionario de retórica y Poética, Porrua, México, 2006.

Booth, Wayne C., La retórica de la ironía, Taurus, México, 1986.

Bravo, Víctor, Figuraciones del poder y la ironía, Monte Ávila Editores Latinoamericana, CDCHT, Universidad de los Andes,Venezuela, 1996.

Revueltas José, “Respecto a una connotación revolucionaria del arte”, “Libertad del arte y estética mediatizada” en Cuestionamientos e intenciones, Era, Obras completas de José Revueltas 18, México, 1978.

Foucault, Michael, El orden del discurso, Tusquets Editores, Buenos Aires , 1992

Silva, Ludovico, Teoría y Práctica de la Ideología, Editorial Nuestro Tiempo, México, 196

En defensa de la Universidad, contra los porros.

El pasado viernes 12 de septiembre, la comunidad universitaria fue víctima del hostigamiento porril. So pretexto de la "quema del burro", recorrieron impunemente el Campus y a su paso lesionaron con petardos, navajas, piedras, palos y botellas a estudiantes, trabajadores, vendedores y a todo aquel que a su camino encontraron. Ante lo cual, las autoridades universitarias, tanto de Rectoría como de la Facultad de Ingeniería, mostraron nuevamente su histórica complicidad con los grupos porriles, siendo indiferentes a las advertencias hechas por los estudiantes de dicha facultad (Vid. La jornada, "Correo Ilustrado", 12/09/08). Lamentablemente no es la primera vez que esto ocurre en la UNAM; actualmente, numerosos grupos porriles operan con total libertad (por ejemplo la OEU, FEN, GES, Porra Pi, Grupo 3 de marzo, etc., que actúan, al menos, en: CCH-Sur, Vallejo y Naucalpan; Prepa-1, 5, 6, 8 y 9; Facultad de Ingeniería y Facultad de Derecho. Muchos de ellos cobijados bajo el epíteto de "grupos de animación deportiva y promoción cultural", mismo que les permite recibir apoyo institucional de diversa índole); de forma cotidiana, la comunidad universitaria es presa de la violencia y hostigamiento sistemático ejercidos por dichos porros. No obstante, las autoridades, tanto de la Rectoría como de los planteles que los albergan, no actúan de manera eficiente para erradicarlos; por el contrario, algunas de éstas promueven y dirigen su accionar en función de los intereses en el poder, internos y externos. Estos hechos se inscriben en los acontecimientos violentos que permean al país, mismos que justifican y legitiman la militarización del territorio nacional por parte del Gobierno Federal, criminalizando los movimientos sociales, así como a toda manifestación divergente, para implementar políticas favorables a los intereses de esta minoría en el poder.

Por ende, la Asamblea General, realizada en la Facultad de Filosofía y Letras el 17 de septiembre de 2008, declara que:

1. Responsabilizamos de todo acto porril y de sus consecuencias a las autoridades de Rectoría.

2. Exigimos la destitución, expulsión y apertura de un proceso penal en contra de las autoridades que tengan nexos comprobables con grupos porriles y/o hayan encubierto actividades de los mismos.

3. Exigimos la expulsión de todo aquel que sea identificado como porro; así mismo, la apertura de procesos penales en su contra.

4. Exigimos que Rectoría haga públicas todas las investigaciones y evidencias (fotos, videos, informes, declaraciones, etc.) que tiene en su poder sobre los grupos porriles y sus actos.

5. Repudiamos la criminalización por parte de Rectoría de los movimientos políticos y sociales, especialmente los estudiantiles, lo cual es acorde con las políticas coercitivas a nivel nacional, como puede verse en el cartel informativo ante los recientes ataques porriles, publicado por Rectoría el 17 de septiembre, en el que equiparan los movimientos políticos-sociales con "las acciones violentas y de porrismo":

4-La Universidad Nacional ha sido víctima de diferentes actos violentos y de intromisión, que han afectado la normalidad de su vida académica. Este es el caso del bloqueo de sus vialidades internas por el grupo autodenominado «en defensa de los caídos de Atenco», del 25 al 27 de agosto; y del uso indebido de las instalaciones universitarias por varias decenas de «campesinos ecologistas» y más de un millar de profesores, los días 31 de agosto y 10 de septiembre, respectivamente. Otros grupos de porros, a lo largo de este año, también han agredido diferentes planteles del CCH y de la Escuela Nacional Preparatoria.

El carácter público y nacional de la Universidad le impide cerrar los ojos y dar la espalda a la problemática social y política no sólo del país, sino de América Latina y, por ende, a los movimientos sociales que buscan solucionarla. Por ello reiteramos nuestra solidaridad irrevocable e incondicional con los mismos.

6. Rechazamos categóricamente el implemento de medidas internas tales como: el aumento del personal en el cuerpo de seguridad (Auxilio UNAM), la credencialización, la instalación de cámaras de seguridad, la revisión de mochilas, etc.; y externas como: la vigilancia a cargo de las fuerzas de seguridad pública, ya del Distrito Federal y el Estado de México, ya federales (Vid. La jornada 4/09/08). Recordemos que el Instituto Politécnico Nacional es custodiado por dichos cuerpos policiacos y los grupos porriles siguen existiendo.

7. Exhortamos, en virtud de lo anterior, a la unidad y organización de los estudiantes, académicos, administrativos y trabajadores para hacer frente a esta problemática; los ejemplos históricos demuestran que es esta la vía de solución.


Asambleas organizativas:

•Facultad de Filosofía y Letras- lunes 22 de septiembre a las 2pm en el aeropuerto.

•Todas las facultades afectadas- martes 23, 2pm en la F. de Economía, auditorio Ho Chi Minh

Todos a la marcha del 2 de octubre contra el olvido de la masacre estudiantil y por una alternativa crítica al capitalismo.

Ciudad Universitaria a 19 de septiembre de 2008